Ya sabemos que la maternidad da la vuelta a nuestras vidas, cambian prioridades, tiempos, planes, agendas… Y esto muchas veces resulta frustrante, porque hay ciertas partes de nuestra vida que nos gustaría poder mantener, y no podemoa.

Nos molesta mucho escuchar la queja ajena, y es cierto que muchas personas la utilizan de forma continuada y difícilmente se movilizan al cambio.

Pero quejarse puede resultar un ejercicio de gran descarga.

Quejarse no implica la idea de que somos infelices, simplemente sugiere que hay algo con lo que no nos sentimos satisfechos o a gusto.

A veces, ese algo se puede cambiar (con o sin esfuerzo), pero otras veces no.

Por eso, lo mejor que nos podemos regalar unos a otros, es respetar nuestras necesidades de descarga emocional.

Busca dentro de tí si hay algo que podrías hacer para cambiar lo que no te gusta, los recursos de los que dispones para hacerlo, y las consecuencias que dejará este trabajo.

Pero nunca dejes de quejarte solo porque otro te lo pida, sin más.