He perdido a mi bebé antes de nacer, pero siempre seré su madre.
RELATO DE UNA DE LAS MAMÁS CON LAS QUE TRABAJO EN TERAPIA.
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«Esta es la segunda vez que me ocurre, pero eso no es tan importante. Podría ser la primera o la quinta, el dolor sería siempre el mismo, y la reacción de la sociedad también.
En mis dos experiencias he sentido el tabú, las miradas incómodas, los silencios cargados de tensión.
En mis dos pérdidas he tenido que escuchar que no me preocupe, que el próximo seguro saldrá bien, o que habría sido peor si hubiese muerto una vez nacido o con el embarazo más avanzado.
En mis dos pérdidas he experimentado la sensación de incomprensión y la falta de sentido común en las palabras de un entorno que solamente pretende ayudar y mitigar el sufrimiento. Pero que lo que hace es incrementar mi necesidad de vincular con mis hijos muertos, dificultándome integrar lo sucedido y sanar, además de hacerme sentir absolutamente sola.
Ya no sé cómo explicar que prefiero el silencio y el abrazo, que prefiero llorar sin hablar, sin oír, pero acompañada.
Ya no sé cómo transmitir que aunque muertos, ambos son mis hijos, mis hijos de 17 y 24 semanas de vida intrauterina.
Ya no sé cómo decir que otro que venga no ocupará el lugar del anterior, o que el amor hacia ellos no crece con las semanas, si consigues vincular con él desde el comienzo.
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Puede que consiga traer un hijo con vida a este mundo, o puede que no, nadie lo puede saber.
Pero lo que si se puede saber, es que yo ya tengo 2 hijos, que han formado parte de mi vida mientras vivieron, que me regalaron amor, ilusión, sueños y alegría.
Tengo 2 hijos que me dieron VIDA, mientras los sentí conmigo. Y nadie podrá borrar los recuerdos con ellos a mi lado, jamás.»
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Relato de una madre anónima en duelo.